A través de los años el ser humano ha venido desarrollando diferentes herramientas que han facilitado su dominio sobre el planeta y mejorado las variables conocidas como estándares de “calidad de vida”. Y desde hace tiempo ha involucrado en este desarrollo el principio elemental del cuidado del planeta.
Sin embargo, la mala aplicación de los desarrollos o el desconocimiento que mostramos sobre los perjuicios que estos podrían causar, pueden generar y están generando graves problemas que afectarían nuestra supervivencia en el planeta.
Cuando Henry Ford desarrollo su “modelo T”, lo presentó como un invento que funcionaría con una mezcla de alcoholes extraídos de maíz y cáñamo, lo cual lo hacía altamente ecológico en términos de emisiones y altamente sostenible en términos de las posibilidades de renovar el suministro de combustible. De otra parte, el primer motor diésel que se conoció fue presentado en la Feria de París y funcionaba a base de aceite de cacahuate.
¿Qué pasó? El descubrimiento de grandes pozos de petróleo y lo económico del mismo en su momento, llevó a reemplazar este combustible sostenible por motores que funcionaban con el “oro negro”. Ahora el planeta quiere regresar al biocombustible pero podría ser demasiado tarde.
Brasil mantiene el 50% de su parque automotor funcionando con biocombustibles. Estados Unidos planeaba reducir un 20% el uso del petróleo en el presente decenio (no se sabe si la meta continúe en la administración Trump) y para ello planeaba un aumento significativo de la producción de biocombustibles. La meta de la Unión Europea es la reducción del 10% del consumo de crudo para el año 2020. Y, en Colombia, se mantienen los porcentajes establecidos de mezcla.
Todos estos esfuerzos coadyuvan en el control del cambio climático y disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera en forma significativa. Si bien lo anterior suena excelente, aún no hay una estimación de los costos ambientales asociados a los cultivos y a la conversión de la materia prima en biocombustible.
Suena absurdo es que más de 100 años después de iniciar el uso de la tecnología automotriz, aún no exista un estudio serio que determine las medidas que se deben tomar para mitigar o eliminar el impacto de la misma. La razón es que la variable ambiental se descuidó y se sigue descuidando con el imaginario de que el planeta es eterno.
Equilibrios
Ahora bien, la importancia que tiene la tecnología para los seres humanos es de un tamaño inconmensurable y sigue aumentando día a día. Además se ha venido convirtiendo en un recurso como cualquier otro de los muchos que surte el planeta.
A través de los avances que se han desarrollado en la tecnología el hombre ha desarrollado más allá de lo imaginable sistemas de comunicación, mejoras en la salud, unos medios de transporte eficientes, sistemas alimenticios y otros muchos que simplifican la vida del mismo en el planeta.
Lo anterior sería perfecto si no fuera por el tamaño de los daños causados al planeta por este motivo. Porque en muchos casos las mejoras tecnológicas han sido directamente proporcionales con el daño ambiental, como ya expresé por causa de esta variable. Si los seres humanos estamos llegando al punto de hacer imposible la vida sin tecnología, también debemos llegar al punto de contemplar siempre la variable ambiental en los desarrollos tecnológicos.
¿Cuál es el origen del asunto? A pesar de que de manera precaria el ser humano desde la prehistoria desarrolló mejoras en los elementos que le eran útiles, se podría decir que el verdadero problema se desató con la Revolución Industrial. A partir de ella el hombre empezó a inventar máquinas que facilitaban su vida y desde ahí ha venido desarrollando mejoras en forma permanente.
Ahora bien, toda la industria se desarrolla a través de la obtención y transformación de materiales y es claro que la manera como este proceso se ha desarrollado no es la mejor, por lo cual se producen enormes y graves contaminaciones.
Las consecuencias son variadas, pero entre otras está la desertización, la acidificación, la producción de gases de efecto invernadero y la producción y mala disposición de un sinnúmero de residuos (cifras del BID para 2012 mostraban desperdicios del 80% del material y utilización final de solo el 20%).
Quizá el tema de análisis más importante sobre los desarrollos tecnológicos no son los avances en sí mismos sino el daño final que generan al planeta, haciendo una especie de trueque de mayor expectativa y calidad de vida hoy, a cambio de menores posibilidades de vivir de las futuras generaciones. Capítulo aparte merece la energía cuyas fuentes han aumentado considerablemente la producción de gases de efecto invernadero, generando un incremento permanente en el calentamiento global.
Situación actual
La situación ha mejorado indiscutiblemente pero simultáneamente ha aumentado la producción tecnológica. La consecuencia lógica del asunto es que en la suma y resta de factores el problema ha seguido creciendo. Industrias altamente contaminantes, como la de los teléfonos inteligentes, ya pasó de los 5.000 millones de unidades. Dichos teléfonos tienen sistemas con obsolescencia programada con lo cual, y aunado al estatus que se deriva de los mismos, se genera la necesidad de cambiarlos a una rata de un cambio cada 10,2 meses en promedio. Lo cual significa desechar de cerca de 6.000 millones de aparatos cada año. El problema es que los teléfonos en cuestión tienen gran porcentaje de sus componentes en metales pesados y elementos contaminantes que generan daños irreparables al ambiente.
No todo es malo. En la actualidad se han desarrollado sistemas de locomoción a base de aire, energía solar, energía hídrica y otras energías alternativas. Este esfuerzo ayuda en la disminución del problema, pero no lo elimina totalmente. Va siendo hora de que los procesos de desarrollo se preocupen por el control ambiental y de que las autoridades ejerzan un adecuado control del manejo ambiental de los mismos. No perdamos de vista que el descuido está impidiendo la vida futuras generaciones y esto no deja de ser una especie de crimen a largo plazo.
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